Eran las seis de la mañana cuando mi mujer y yo dormíamos tranquilamente. Tenemos por costumbre levantarnos a las seis y media para prepararnos para ir al trabajo.
Dormíamos profundamente, en ese momento, cuando mi hijo Daniel nos despertó diciéndonos que en la puerta había dos ertzainas. Nos levantamos rápidamente con un mal presentimiento sobre nosotros,
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