Reflexiones en torno a la libertad otorgada a la persona que mató a nuestro hijo Álvaro

Escribimos estas líneas más desde la decepción que desde la rabia. El homicida de nuestro hijo Álvaro, la persona que le mató, ha quedado prácticamente en libertad por la benevolencia de tres jueces de la Audiencia Provincial de Bizkaia. Nuestra historia comienza aquella noche en la que mi hijo madrugó bastante para, junto con otros compañeros, ir a la comisaria de la Ertzaintza de Hernani donde trabajaba. Se levantó a las cuatro de la mañana, desayunó como era su costumbre y al de poco tiempo salió a la calle a coger su coche aparcado cerca de casa. Al de veinte minutos había fallecido por un cúmulo de casualidades difíciles de entender. Al llegar a la rotonda de Romo Artaza, una patrulla de la policía local de Getxo le hizo señales para que detuviera su coche al llevar una luz trasera fundida. En ese momento irrumpe otro vehículo en la rotonda a una velocidad estimada de cien kilómetros por hora (el máximo permitido era de cuarenta) golpeando lateralmente el coche de Álvaro y empotrándolo contra un muro próximo. Los dos policías locales salvaron su vida gracias a los reflejos que tuvieron para poder apartarse de la trayectoria del vehículo. El conductor dio positivo en drogas y alcohol. En estos momentos de sentimientos encontrados, aunque parezca contradictorio, no estamos del todo mal. Es tal el esfuerzo que hemos realizado durante estos dos años y medio para salir adelante y defender la causa de nuestro hijo y el bienestar de nuestra familia, que nos invade un cierto sentimiento de orgullo. En los momentos más difíciles, incluso crueles, todos somos capaces de sacar una fuerza y un coraje que desconocemos que existan en nosotros. Cuando nos dijeron que una persona había matado a nuestro hijo, comenzamos un camino muy difícil de recorrer y de gestionar. En él nos encontramos con fantasmas terribles, como las ganas de suicidarte e irte con él, el desánimo, las noches en blanco, la presencia continua y agotadora del hijo durante las veinticuatro horas del día, el miedo a la depresión. Afortunadamente, encontramos maneras de aliviar en parte la angustia por medio de las lágrimas o los gritos (¡Cuánto hemos llorado y gritado!), también por medio de las palabras cuando encontramos a las personas adecuadas dispuestas a escuchar y a abrazar. Sentimos que la resolución de estos tres jueces de la Audiencia Provincial es un insulto para todos los familiares víctimas de la violencia vial. Supone también dar carta libre al delincuente quien, ayudado por su abogado, puede alegar drogodependencia y de esta manera acogerse a un programa de rehabilitación, lo que en la práctica supone la libertad de pasear tranquilamente por nuestras calles sin ir a la cárcel. Afortunadamente, la torpeza personal de estos jueces, así como las limitaciones que establece el legislador para aplicar la ley, son menos fuertes que nuestro deseo de normalizar nuestra vida, aunque sea con la ausencia de nuestro hijo en las comidas, en las cenas, viendo su cuarto vacío con sus objetos personales. No conocemos el odio hacia la persona que causó el accidente. Afortunadamente, porque de lo contrario nos haría doblemente daño, por haber matado a nuestro hijo y por tener un sentimiento nocivo que crea dependencia con relación a él puesto que cuando odias a alguien este ocupa gran parte de tiempo en nuestro pensamiento. No sería justo dedicar un segundo a esta persona. La resolución del juicio nos llegó pocos días antes de la Navidad. Nos equivocamos al pensar que estos tres jueces de la Audiencia Provincial tendrían algo de sensibilidad para dejarnos pasar unas Navidades tranquilas. En su lugar, esta tranquilidad, como regalo de Navidad, se la dieron únicamente al homicida de nuestro hijo a quien imaginábamos feliz en su casa. Quiero pedirles que se imaginen el dolor que nos causaron y lo que esto supuso como freno a nuestro proceso de duelo (seguimos asistiendo a un grupo de duelo, dos años y medio después del accidente). Sería tanto como pensar que estos tres jueces tienen unas capacidades personales (empatía hacia las víctimas, no dejar impune un homicidio, ir en contra de la impunidad del que coge un vehículo estando bebido y drogado.) de las cuales parecen carecer. Nuestra lucha por hacer pública la injusticia cometida nos ha llevado a exponer nuestro caso al Ararteko, incluso sabiendo que entre sus funciones no entra el examinar aquellas quejas sobre las que haya recaído sentencia firme. A pesar de ello, queremos mostrar nuestro agradecimiento al mismo por su respuesta rápida y afectuosa que reproducimos en parte:
“Me hago cargo de su inmenso dolor y les transmito como Ararteko mi más profundo cariño y solidaridad…. Entiendo así mismo su queja y desazón posteriores tras la sustitución por la Audiencia de Bizkaia de la pena de prisión de 4 años por un tratamiento de deshabituación para el culpable del homicidio. Como Ararteko, he seguido todo el caso con preocupación por la alarma social generada y la posible sensación de impunidad que ustedes y gran parte de la sociedad vasca comparte”.
Nuestro agradecimiento también a STOP VIOLENCIA VIAL que, como paraguas protector, ha estado siempre a nuestro lado. Quiero terminar comentando que, aun siendo muy conscientes de la injusticia cometida por la Audiencia Provincial de Bizkaia, nosotros seguimos adelante. Todo ello nos hace pensar que la calidad humana por la que llevamos tiempo peleando la madre de Álvaro, su hermano y su padre, está dando sus frutos y que está por encima de la de esa persona que nos privó de la compañía de Álvaro y por encima también de la falta de humanidad y equidad de estos tres jueces. Gumer y Cristina.

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