RAFAEL TREPIANA
Mi día parecía como otro cualquiera el 12 de diciembre de 2018, mientras desayunaba, cuando me llamó una de mis hermanas para decirme que a nuestro padre le había atropellado un vehículo mientras él daba un paseo por la ciudad, y que estaba en el hospital muy grave. Un conductor que circulaba con poca o nula visibilidad en la luna de su coche le había atropellado en un paso de peatones, asestándole un golpe mortal.
A mi madre la Policía Local le llamó a la puerta, para decirle que mi padre estaba en el hospital y tuvo que recorrer dos hospitales hasta encontrarle. Una de mis hermanas se bajaba del autobús para ir al trabajo, pero recibió una llamada para que fuera al hospital sin saber que estaba pasando. A mí los 80 kilómetros que tuve que recorrer se me hicieron interminables. Y mi otra hermana tardó 14 horas en poder reunirse con nosotras tras un inesperado y largo viaje de avión con escalas.
Al poco tiempo de llegar allí, una chica con mucho respeto nos dio la trágica noticia (vaya trabajo comunicar a una familia que su ser querido va a morir). Tan grande fue el shock, que alguna de nosotras no era capaz de creer lo que decía esa médica y hubo que repetírselo varias veces.
Nuestro padre ya no estaba entre nosotr@s, tan sólo su cuerpo inerte. Sólo podríamos verle durante unas horas hasta que los médicos certificaran oficialmente su muerte cerebral y le quitaran el respirador. No pudimos despedirnos de ti, tan solo mirarte una última vez. Al menos, nuestra hermana mayor pudo verte un momento después de recorrer 1.400 kilómetros. Sigo recordando vívidamente el momento en el que el médico levantó el párpado de uno de sus ojos, para que viéramos que sus pupilas no respondían a la luz de la linterna. Aquellos no eran los ojos de mi padre, mi padre ya no estaba dentro de aquel cerebro, un cerebro masivamente destrozado por un conductor irresponsable a nuestro juicio, no a juicio de la justicia.
No eres capaz como hija, ni como persona, de asimilar algo así, que tu familiar se ha ido, uno de los pilares más importantes en tu vida, quien te ha traído al mundo, quien te ha dado tantos valores, quien ha sido importantísimo para ti desde que tienes recuerdos, con quien no has hecho todo lo que tenías que hacer, ni dicho todo lo que tenías que decir. El resultado de ese tipo de conducción, ha sido que él se ha ido, sin tú haberle dado permiso para irse, contra tu voluntad. Te resistes, entras en shock, caminas como un autómata, vas a un funeral, lees un texto que no sabes cómo has escrito, haces papeleos y trámites como un robot, lees una autopsia, buscas un abogado, vas al juzgado a recoger un atestado y durante muchas horas del día lloras con un grito sordo que sale de lo más profundo de tu estómago sin pasar por las cuerdas vocales.
Sufres día a día intentando asumir lo que ha pasado. Que tu madre ahora es viuda, que tus hijos ya no tienen abuelo, que tu familia ha quedado destrozada para toda la vida, sin tan siquiera tener una explicación creíble de esta tragedia por parte de la Policía Local quien ha realizado el atestado. Un siniestro al que tú misma intentas darle una explicación física, ya que el atestado no se puede entender. Sin que a nadie le importe que la vida de tu familiar ha acabado de esa cruel manera, ni que el cuerpo de alguien a quien amas ha sido «destrozado» literalmente, ni que tu mundo se haya desmoronado por su pérdida para siempre y sin que nadie se dé cuenta de que ese mundo ha sido destruido por una persona que actualmente sigue con su vida normal, y sin tener ninguna consecuencia, ni tan siquiera asistir a un juicio, ya que la justicia se debería llamar injusticia.
Parece que, si los siniestros viales no se ajustan a la perfección a lo escrito en las leyes, se encuentran en un limbo legal en el que no se les da la importancia que tienen. En la familia seguimos sin recibir un mísero perdón por parte del conductor que acabó con la vida de nuestro padre de 68 años, totalmente sano, recién jubilado hacía tan solo un mes, que tenía una vida por delante, y a quien le quedaban al menos 20 años para disfrutar después de una vida llena de sacrificios y trabajo. Y a nosotr@s 20 años para disfrutar de él.
Y mientras el conductor sigue disfrutando de su normalidad, nosotr@s después de casi dos años desde ese día hemos empezado a utilizar algún tipo de mecanismo que debemos tener en el cerebro para bloquear el dolor y la tristeza y poder continuar con la vida, ya que no se puede sufrir a ese nivel durante largo tiempo. Ya no es lo mismo y nunca lo será, estamos obligadas a no pensar en la causa de la muerte de nuestro padre/marido/abuelo/amigo, hasta que un día no puedes más y caes en picado de nuevo y te desmoronas sin remedio.
Lo que provoca un accidente de tráfico causado por otra persona (mal llamado accidente), es un dolor que no se acaba nunca, ya que es muy difícil gestionar tantos sentimientos a la vez, es un gran reto para la mente…..desde lo que supone el duelo por la muerte de un ser querido, ya duro de por sí, a la rabia por saber que hay alguien imprudente causante de esa fatalidad y que parece ajeno a todo, hasta el desamparo y olvido ante el gigante de la justicia.
En este abismo en el que te encuentras de un día para otro después de un siniestro vial, encontramos apoyo en la asociación Stop Violencia Vial y en sus socios, personas que te pueden entender, y que no necesitan recurrir a la empatía, ya que han sufrido sucesos parecidos. Gracias a esta asociación, pudimos conseguir ayuda psicológica la cual es fundamental para entender y ayudarte a hacer frente a lo que está pasando en tu vida. Además, nos ofrecieron la tan necesitada orientación jurídica, para conocer cómo sería tanto el proceso penal como el civil, ya que en esos momentos te encuentras perdido ante la justicia. El haber conocido a esta asociación, nos ha hecho sentir arropados en muchos momentos y saber que no estamos solos.
El planeta en general tiene un gran problema con el elevado número de accidentes de tráfico y lo peor de todo, es que la sociedad lo tiene asumido como un precio a pagar por la gran dependencia que tenemos de la movilidad. Hay muchos temas que tratar ante esta problemática y por ello, aunque llegamos a esta asociación buscando ayuda, nos queremos quedar para colaborar en lo que podamos e intentar mejorar aunque sea un poquito la seguridad vial y ofrecer la ayuda que necesiten las futuras familias que se encuentren en la misma situación. Sin embargo, el objetivo de la asociación es conseguir cero victimas por violencia vial.
Es una pena muy grande, no hay derecho a que te haya pasado esto, que nos haya pasado esto, pero en adelante tendremos que lamentar que tu vida haya sido mucho más corta de lo que debería haber sido y tendremos que echarte de menos y recordarte durante todos los días de nuestras vidas, ya que no podemos verte ni tocarte.
Te queremos y te querremos siempre. Tu mujer y tus hijas
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